Desde que nace, nuestro hijo se siente correspondido afectivamente y sabe que compartimos con él sus emociones, porque se da cuenta de que estamos pendientes de lo que siente. Educar para que nuestros hijos sean competentes emocionalmente es una tarea cotidiana, que no requiere de recursos especiales salvo en algunos casos o en algún momento puntual como celos exagerados, exceso de timidez, no saber decir que no…
Educar las emociones requiere de un esfuerzo continuo porque no estamos hablando de un aprendizaje que se adquiere y se acabó. En esta entrada solamente os voy a recordar pautas que seguramente ya utilizáis:
- Aprovechar los dibujos o las series de televisión para que ellos se puedan identificar con los personajes y nosotros podamos dialogar sobre ello con nuestros hijos. No deberían estar muchos ratos solos delante de la televisión sin saber que estén viendo, no todo es para todas las edades y en algunos casos podemos hasta sorprendernos porque lo que están viendo es justo lo contrario a lo que nosotros queremos educar.
- Leer o contar cuentos e historias que les ayuden a comprender y expresar las diferentes emociones de los protagonistas y a hacerlas suyas.
- Que nos vean enfadarnos, reconciliarnos, reír, acariciarnos, llorar… entre nosotros y con ellos. No hay mejor escuela que esta.
- Escuchar mucho con sinceridad y sin juzgarles. Recordad que las conductas pueden ser buenas, malas y casi siempre regulares, pero las emociones no pueden ser juzgadas, no somos peores ni mejores por sentir rabia, enfado, decepción o alegría.
Ahora sí, os cuento una pequeña idea para esos momentos más críticos que todos nuestros hijos pasan: El álbum de las emociones. Para casi todos, una imagen vale más que mil palabras y las emociones son el último recuerdo que se pierde, incluso en enfermedades como el Alzheimer. Os explico brevemente esta propuesta:
- Buscar una foto o hacer un dibujo de la emoción que en ese día ha predominado (miedo, enfado, celos, alegría, amor, amistad...).
- Pegar esa imagen en un álbum y al lado expliquemos con palabras sencillas el porqué se han sentido así. Cómo dije en la entrada de la semana pasada ante el mismo acontecimiento no todos sentimos las mismas emociones, por eso es importante saber qué es lo que ellos han sentido y no lo que nosotros pensamos que sienten.
En Psicología hay algo parecido a «la prueba del nueve» de las matemáticas y es algo así: «si somos capaces de hablar de un suceso por muy doloroso que sea es porque vamos aceptándolo y ese es el primer paso para poder asumirlo en nuestra vida». Busquemos palabras para hablar con nuestros hijos de lo que nos sucede y de lo que les sucede.
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