Puede que muchos de vosotros ya lo sepáis, pero a parte de mi trabajo como psicóloga escolar, llevo varios cursos siendo tutora en la ESO. Durante estos años, he sido testigo de muchos problemas relacionados con el uso de los smartphones por parte de los alumnos. El más alarmante es, a mi juicio, la ocultación de sus acciones, de sus opiniones y de sus videos, entre otros, detrás de la pantalla del móvil. En muchos casos es como si tuvieran una doble vida: la vida pública y la vida que expresan en la redes sociales.
Como padres debemos vigilar lo que nuestros hijos escriben y lo que leen o ven en las diferentes redes sociales. Esta vigilancia es cada día es más complicada, ya que en muchas aplicaciones los estados duran solo 24 horas. Mencionaré alguno de las riesgos que tiene que nuestros hijos manejen sin ningún control la redes sociales o servicios de mensajería, entre ellos WhatsApp messenger.
- Cuando hablamos de acoso, casi siempre pensamos en la víctima, pero no nos olvidemos que el «acosador» es también un adolescente. Es importante que nos fijemos en qué tipo de lenguaje utilizan nuestros hijos, porque están expuestos a multitud de mensajes sexistas, xenófobos, o de fomento de cualquier tipo de odio.
- La presión del grupo en los chats de WhatsApp es realmente alta. Los adolescentes saben que sus compañeros observan lo que dicen, lo que escribe, o lo que no dicen o lo que no escriben. Saben que tampoco es una opción salirse de ellos, porque serán calificados por los demás como sosos, chivatos o pringados.
- En algunos casos, los adolescentes permanecen conectados todo el día; mientras estudian o en sus horas de sueño; cuando están con sus amigos o cuando están con la familia.
- Los adolescentes deberían dormir entre 8 y 10 horas. Los que trabajamos con ellos sabemos que no siempre lo hacen porque están esperando el último mensaje. Los padres no deberíamos permitir que nuestros hijos utilicen el móvil durante la noche, por lo que para despertarse deberían utilizar otros dispositivos alternativos. Muchos adolescentes permanecen las primeras sesiones de clase sin poder prestar plena atención porque les faltan horas de sueño.
- A la hora de estudiar, tampoco necesitan el móvil. Es una fuente continua de distracción que repercute de forma negativa en su rendimiento académico.
- A nivel social, les estamos consintiendo que no utilicen el diálogo entre las personas para resolver sus conflictos. Además, su lenguaje emocional se está limitando considerablemente, ya que utilizan los emojis (emoticonos) como expresión de sus sentimientos. Otro aspecto realmente importante es que no pueden corregir sus propios errores en el momento que los están cometiendo, porque no ven el rostro de la persona a la que están hiriendo. Al final, parece que tanto los adolescentes como sus progenitores reducimos esta forma de actuar a un juego, a una broma o a un «no importa, porque no saben lo que dicen o lo que hacen».
Si estos riesgos no nos hace reflexionar, deberíamos sopesar que los responsables legales de estos actos somos nosotros, sus padres, y que en algunos casos se contemplan como delitos, ya sea por violencia de género o como acoso. Sé que no es una tarea sencilla, puesto que se trata de educar en libertad, en responsabilidad y en respeto. En conclusión, es dejar que vayan asumiendo las consecuencias de sus actos.
Genial!!! De gran ayuda. Muchas gracias Esther.
ResponderEliminarGracias a ti por tu comentario, la adolescencia es una etapa que necesita de una atención y protección muy importante, parecen mayores pero siguen siendo muy vulnerables.
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