viernes, 18 de octubre de 2013

Siempre hay un número 1

Hablamos mucho de lo difícil que es admitir el fracaso o ver como nuestros hijos se quedan atrás en algunas asignaturas y, como buenos padres que somos, nos esforzamos al máximo para ayudarles. Los profesionales que trabajamos con ellos hacemos todo lo posible para que tengan una buena autoestima y alcancen sus objetivos. Y remarco lo de sus objetivo,  porque nos damos cuenta de que la trayectoria es importante en ellos y no sólo el resultado. Por suerte hemos aprendido como sociedad a no dejar atrás a nadie.

Pero, ¿qué ocurre con el que es el primero en algo y destaca, ya sea en el deporte, en los estudios, en el arte o en cualquier disciplina?
Lo primero que pensé es que ellos también tienen derecho a conseguir sus objetivos aunque sean diferentes a los del resto, pero luego me di cuenta que también son niños y niñas que tienen sentimientos.
Cuento esto porque, con cierta tristeza, en ocasiones oigo palabras y veo gestos de incomprensión hacia estos alumnos, tanto por parte de los mayores como de sus compañeros. Y  ellos, cuando van siendo más mayores, se hacen muy conscientes de este hecho y esconden, por ejemplo, los trofeos que ganan en las olimpiadas o procuran no sacar un diez para no ser un friqui. Es verdad que educar en la diferencia es una tarea algo difícil: enseñemos que el mejor objetivo es el que se marca uno mismo y el esfuerzo que pone por conseguirlo, y así evitaremos las comparaciones que tanto daño nos hacen y hacen a nuestros hijos.
Educar en la tolerancia y el respeto es simple, pero hay  que estar alerta para ser conscientes de lo únicos e irrepetibles que somos cada uno de nosotros y, por lo tanto, necesarios y valiosos para los demás. Se trata de enseñar a nuestros hijos a valorar a cada a una de las personas con las que conviven.  La diferencia siempre va a existir y nos enriquece a todos.
Educar en la diferencia, la tolerancia y el respeto es enseñar que si a todos nos gusta que nos reconozcan lo que hacemos bien, a los que son el número 1 (vaya con todo mi cariño) también les gusta que se lo reconozcan. Ellos también se esfuerzan, se entristecen, sufren, quieren y desean lo mismo que todos los demás niños. Los más pequeños aprenderán pronto que cada uno tiene una meta diferente, pero lo que nos hace iguales es que necesitamos del afecto de los demás para ser personas libres y felices.

1 comentario:

  1. Me encanta esta entrada. Creo que a veces no se valora el esfuerzo de los más capaces, simplemente porque se da por hecho que simplemente son "el número 1" y nada más. Pero estoy totalmente de acuerdo en que son igual que el resto, aunque con algo más de capacidad académica o deportiva..., y les gusta igualmente que se les mime y valore su esfuerzo.
    Gracias por esta apreciación

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