sábado, 16 de noviembre de 2013

Malos momentos

En el libro El Seños de los Anillos hay una frase que siempre me pareció muy acertada; Gandalf le dice a Frodo: «Nos ha tocado vivir momentos difíciles, nosotros no elegimos el tiempo que nos toca vivir, todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron».

Todos pasamos por malos momentos, por crisis económicas, familiares o personales. A lo largo de nuestra vida, seguro que hemos vivido varias de esas crisis y las hemos superado. Hablar de crisis o problemas en los adultos parece lógico y normal, pero a lo que no estamos acostumbrados es a hablar de las «crisis de nuestros hijos». Ellos pasan también por estos malos momentos. Crecen en altura y conocimientos, pero también en emociones, responsabilidad, relaciones afectivas… Para ayudar a nuestros hijos, lo primero y fundamental es que nosotros hayamos resulto nuestras crisis por varios motivos; porque les daremos un sistema de valores coherente durante toda su vida; porque seremos para ellos personas fiables en las que confiar a pesar de nuestros fallos y malos momentos; y porque ellos no serán el blanco de nuestra frustración. Al igual que las crisis económicas, las crisis personales, cuando no se resuelven bien, tienden a repetirse con cierta frecuencia, como si nos recordaran lo que aún tenemos pendiente, pero con el problema añadido de que se vuelven más profundas y duraderas en el tiempo.
Como nosotros cuando tenemos problemas, ellos necesitan que les ofrezcamos un cariño incondicional (abrazos, besos, mimitos variados), ser escuchados y, si podemos, alternativas a su situación. Ellos sienten lo mismo que nosotros: miedo e inseguridad, pero la diferencia fundamental es que no tienen el mismo vocabulario y las mismas habilidades personales que nosotros. Las primeras personas en sufrir su mal humor somos los que convivimos con ellos: padres y hermanos. La paciencia no es la única receta, pero sí que es necesaria. Tenemos que enseñarles a reconocer sus emociones, el origen de las mismas y las consecuencias que ellas tienen sobre ellos y sobre los demás. Pero si nosotros no hemos superado nuestras crisis, no seremos buenos modelos para ellos, porque no sabremos cómo mostrarles el camino que deben seguir

Hemos asumido la responsabilidad de cuidar de nuestros hijos  y ello implica, no sólo el sustento, sino nuestro propio crecimiento personal. Si no resolvemos nuestras crisis, difícilmente podremos ayudar a nuestros hijos a superar las suyas.

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