Durante
estos últimos días he estado evaluando a los niños de Primaria, y los
comentarios que me han hecho son tan espontáneos y únicos, como lo son los
niños a estas edades.
Algunos
pensaban que salían del aula para hacer la prueba (test o examen, según como lo
llaman ellos) o porque tenían alguna dificultad, o porque eran los más listos
de la clase. Yo siempre les digo que tienen que tomarse tan en serio estos ejercicios
como si fueran un examen, pero que no lo es, porque sino lo hubieran preparado
con papá o con mamá. Pero que, estos ejercicios que vais a hacer, sirven
para ver cómo pensáis, porque a algunos se os da muy bien las matemáticas,
a otros la lengua, a otros dibujar y a otros todo (siempre he tenido a algún
niño que me ha dicho que se le daba bien todo).
Su otra
preocupación era conocer si está nota la iban a saber los padres y, si
suspendían, que iba a pasar. Les digo que, como no son notas, no se preocupen
si suspenden y que, si algo les sale un
poquito peor, lo que hacemos los padres es ver cómo podemos ayudarles para que sean
buenos en todo.
Pero también,
durante esta semana, mi hija me ha sorprendido diciéndome por que letra de la
cartilla iban sus amigos, y sé que ninguno de los tutores de 5 años fomenta la
comparación. Está claro que ellos se comparan, aunque ninguna de las personas
encargadas de su educación lo hagamos. Compararse siempre tiene un lado
negativo: si soy «el mejor»
puedo mirar con superioridad a los demás y no apreciar que lo que a mí no me
cuesta trabajo conseguir, para otros si lo es. Si por el contrario soy «el peor», está claro que la
autoestima será también baja y se estará poniendo un techo a mi propio
desarrollo personal e intelectual, porque al pensar que no puedo lograrlo, ya
tengo un paso hecho para que esto sea así.
Cuidemos,
por tanto, las palabras que decimos a nuestros hijos pero también los pequeños
comentarios que suponen comparar a unos niños con otros, y cuidemos, por
supuesto, el lenguaje que utilizamos para referirnos a nosotros mismos.
Nuestros
hijos valen mucho en afectos, en intelecto, en creatividad… y en todo lo que es
difícil medir. Como ya he dicho otras veces, la labor más importante de los
padres es que puedan desarrollar al máximo todas las capacidades de sus hijos y
que ellos puedan decir «porque
yo lo valgo». Todos somos un tesoro en multitud de facetas.