viernes, 31 de octubre de 2014

Amor del bueno

El curso pasado escribí una entrada
hablando de la importancia de las festividades de Todos los Santos, los Fieles Difuntos o Halloween y hoy, de nuevo, me parece oportuno volver a reflexionar sobre ellas con vosotros.

Esta semana en el colegio, he hablado con una persona que me comentó que para ella esta era la festividad más triste. Esta persona tenía mucha razón, porque la ausencia de las personas a las que hemos querido es difícil de sobrellevar, ya que nuestro amor por ellas sigue presente, este no ha muerto con la muerte física. Nos sorprendemos a nosotros mismos diciendo: «voy a llamar a (...) para contarle...» y al instante nos damos cuenta que esto no es posible porque esa persona ya no está con nosotros.
El proceso del duelo está muy estudiado en psicología, pero es tan personal y particular como lo somos cada uno de nosotros. Aunque es cierto que este periodo suele durar un tiempo mínimo de un año, y es que hay que pasar varias veces por la primera vez «sin» y acostúmbranos a esta nueva realidad.
Vivimos socialmente unos tiempos en los que la muerte parece que no esté presente en ningún momento. La hemos sustituido por brujas, zombis y otros monstruos, lo que dificulta enormemente que podamos expresar sentimientos como la tristeza, la añoranza, la soledad y otros, porque tenemos la impresión que esto no le interesa a nadie, o que nadie va a escuchar una historia triste. Hemos desterrado las lágrimas de nuestro proceso vital, de nuestra evolución psicológica normal, pero la realidad es que la ausencia física de esa persona, de ese amor, duele.
Igual que es muy personal la forma en la que vivimos el duelo, también lo es la forma en la que cada uno de nosotros acompañamos estos procesos. Un consejo tanto en el caso de amigos como en el de familiares es que no tengamos miedo para expresar lo que sentimos. Esto lo hará más fácil para todos.
Concluyo con una anécdota: En una clase reflexionaba con los alumnos sobre la festividad de Todos los Santos. Una alumna, con mucha intuición, lo resumió muy bien exclamando: «¡Para mí, mi madre es una santa!». Esta idea es tan honda como lo es que todos amamos, porque todos antes hemos sido amados. Descubrimos al nacer que hay personas que nos quieren y nos cuidan, ese amor y esos cuidados son los que permiten que nos convirtamos en los adultos que ahora somos. Para la mayoría de nosotros, nuestros padres, nuestros abuelos y otros familiares son unos santos, porque nos han dado «amor del bueno». Y este «amor del bueno» que nos permite a nosotros ser las personas que ahora somos, es el que va a permitir a nuestros hijos convertirse en adultos queridos por otros.

Que tengáis un buen día de Todos los Santos, que lo viváis rodeados de las personas que os quieren y que podáis recordar con ternura la gran riqueza que nos han dejado todas las personas que han sido importantes en nuestras vidas. En algún momento, nosotros formaremos parte del recuerdo de otros.

2 comentarios:

  1. Cómo echamos de menos a los seres queridos que ya no están con nosotros. Me encanta la entrada.

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  2. Tienes razón, Nilla. Muchas gracias por tu comentario. Esther.

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