Estos niños tardan
algo más en conseguir su autonomía personal, el control de esfínteres, las horas
suficientes de sueño, control de las emociones y de los impulsos. En la
relación con los compañeros, suelen tener más conflictos,
rompen más cosas, les cuesta seguir las reglas de los juegos… En la escuela, a
veces, presentan más dificultades a la hora de aprender a leer, les cuesta seguir
el ritmo del aula porque no paran quietos en la silla, interrumpen el
desarrollo normal de la clase…
Para los padres
tampoco es una situación sencilla, porque en muchas ocasiones la sensación que
tienen es que no saben educar bien a sus hijos, y ven afectada su vida social y
familiar, y actos como salir a comer fuera o celebrar cumpleaños pueden ser
fuente de conflicto. Muchos de nosotros, por ser bien intencionados, opinamos
sobre lo que deberían hacer diciéndoles que deberían ser más estrictos en su
educación, por lo que los padres viven con culpabilidad la situación vital de
sus hijos. También, en ocasiones, se ven superados por la «intensidad» de sus
hijos: tienen que acudir a reuniones en el colegio para hablar de las dificultades
que presentan, llamar a otras familias porque se les olvidó la agenda o las
tareas escolares…
La realidad de este
trastorno es tan variada como lo somos cada uno de nosotros. No hay receta
mágica que, al aplicarla, resuelva todos los problemas. Los niños hiperactivos
viven variedad de circunstancias hasta que son diagnosticados, ya que el
diagnóstico puede ser con o sin déficit
de atención, con o sin impulsividad y, como en la mayoría
de todos los diagnósticos, el nivel de gravedad no es igual en todos.
Por suerte, en el
campo de la educación los profesionales están cada vez más formados y conocen
las características particulares de estos alumnos. Si tenemos dudas preguntemos
a los profesionales: médicos, psicólogos y tutores, unos nos ayudaran con el
diagnóstico y otros podrán orientarnos y darnos pautas para ayudar en la
educación, mejorar su rendimiento académico, su autoestima y todos los aspectos
de su vida que se pueden ver afectados.
El diagnóstico de
hiperactividad no significa algo peyorativo hacia el niño. Más bien ayuda a
todos a saber cómo educar e integrar a estos alumnos. El diagnóstico incluye
pruebas psicológicas y neurológicas que permiten determinar, con más precisión,
datos que sólo la observación no nos aportaría, porque como, ya dije en la
entrada Niños movidos, hay niños que
son más nerviosos o movidos que otros, pero no por ello son hiperactivos.
El tratamiento de
este trastorno es también multidisciplinar. Puede incluir medicar a nuestros
hijos y, también, pautas de actuación que les ayudan. Con respecto a si deben o
no ser medicados, hay muchas opiniones erróneas que, en vez de ayudar, nos
despistan más.
En
este aspecto, como en otros muchos, conocer lo que nos ocurre siempre será
mejor que ignorar la realidad.
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