En este final de mes de octubre, me gustaría hablaros sobre una
fiesta que cada vez es más popular en nuestra sociedad: Halloween. Disfrazarse
forma parte del juego simbólico de los niños más pequeños, les permite ponerse
en el lugar de sus personajes favoritos y también socializarse, puesto que
cuando se disfrazan lo hacen con otros y para que otros les vean. Pero no a todos los niños les
gusta disfrazarse, algunos incluso lloran, en este caso no forcéis nunca la
situación. Cuando nos disfrazamos, lo que cambiamos por unas horas es nuestro
propio rol social y la imagen que hemos formado de nosotros mismo, pero a
muchas personas (adultos y niños) no les gusta ver su imagen distorsionada.
Esta fiesta además añade un factor importante que es el miedo. No todas las personas afrontamos
el miedo de la misma manera, hay que tener cuidado con lo que nuestros hijos
ven y las historias que se les cuentan,
ya que ellos todavía no saben distinguir el mundo real del mundo de la
fantasía. Si tienen miedo, debemos acompañarles, consolarles y demostrarles que
ellos son más valientes que la causa de sus miedos, pero no debemos tomar a broma lo que ellos perciben como real. Esta
fase, que se caracteriza por no distinguir lo real de lo imaginario, puede
durar hasta los 8-9 años. Recordad, también, que las imágenes tienen un gran
poder evocador y por lo tanto emocional, y que pueden perdurar en su memoria
durante mucho tiempo.